Como sociedad tenemos una enorme responsabilidad a la hora de no fomentar el consumo de sustancias entre la población. Igualmente de no crear hábitos de conducta que lleguen a ser adictivos.
Somos conscientes que las drogas son perjudiciales para la salud de nuestra sociedad pero así y todo, en ocasiones se da cierta permisividad al consumos. Estas ocasiones son las que marcan la diferencia. Si todos y todas tuviéramos una fuerte convicción de lo perjudicial de las drogas, no se permitirían acciones que las fomentan.
Y cuando hablamos de drogas o adicciones, no solamente hablamos de cocaína, heroína, éxtasis, ... también hablamos de drogas como el alcohol o el tabaco. O de comportamientos adictivos como las compras compulsivas o el uso de la tecnología.
Las familias, como parte de esa sociedad, sufren en sus propios miembros las consecuencias de este tipo de comportamientos. Son núcleos vulnerables a padecer estas situaciones que se unen a los vínculos afectivos que hay entre sus componentes.
Así una familia puede estar completamente en contra de cualquier tipo de adicción, pero cuando se sufre en el seno familiar, entran en contradicción esas convicciones con los lazos afectivos que entre sus miembros hay. Es en este punto en donde la familia se ve inmersa en una serie de contradicciones que no hacen más que acrecentar la problemática.
Es de vital importancia que la familia sea tratada durante el proceso de adicción de alguno de sus miembros. De esta manera, el núcleo familiar se fortalece y puede ayudar de manera productiva a la recuperación de su miembro. Los familiares deben saber que pueden actuar y no dejarse llevar por la problemática. Es mejor hacer frente a la situación y no dejarla que ella sola se desarrolle.
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Juanjo Sala Soler
Psicólogo de ACOMAAD
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